El vuelo de Estol

 


El gato de Schrödinger está vivo y maullando, pero Elvis está muerto.

Mezclar física cuántica con ética no es para todos, especialmente en un libro que no es una conversación filosófica entre Heisenberg y Kant en un cafetín de Buenos Aires sino una novela cuyo género roza lo indecible. 

“El vuelo del cóndor punk” de Acho Estol en algunos momentos parece un libro de acción, en otros un policial (no sin una buena razón, al fin y al cabo, ¿quién mató a Suloaga?) Y nunca deja de tener un aire de historia de amor.

El narrador-personaje de Estol, un tal Federico Manuel Moreno, comienza la historia casi sin reconocerse frente a su imagen reflejada en una vidriera  y, a partir de ese momento, nos sumerge en una serie de aventuras.

La historia está dividida entre dos accidentes importantes. Uno al principio y otro en las páginas finales, que nos sorprenden en una situación muy inesperada. Pero no lo digo porque no doy spoilers

Sexo, drogas y rock and roll mezclado con familia, estafadores y religión. No es cualquier bartender el que puede transformar estos ingredientes en algo fluido y sabroso, además de provocar siempre la curiosidad en el lector sobre lo que sucederá en las siguientes páginas.

No solo el personaje principal y su alter ego familiar están bien construidos, sino que todos los personajes secundarios están bien diseñados en sus lugares. Ninguno de ellos es prescindible en el texto.

No es novedad que los argentinos se hayan convertido en maestros de la literatura fantástica, incluso cuando cuentan historias aparentemente cotidianas. Que lo diga Mariana Enríquez, y ahora Estol.

Que vengan más vuelos. Estoy listo para abordar, mismo que después de todo, todos lloremos con Garua


Descripción de la imagen: portada del libro donde se ve un campo con símbolos esotéricos


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