Desde el alma (en español)
Alma, no entornes tu ventana
al sol feliz de la mañana.
No desesperes,
que el sueño más querido
es el que más nos hiere,
es el que duele más.
(Homero Manzi)
No desesperes,
que el sueño más querido
es el que más nos hiere,
es el que duele más.
(Homero Manzi)
Sábado, casi medianoche, un taxi nos fue a buscar al barrio de Agronomía para llevarnos de vuelta a nuestro hotel, en el centro. Un viaje de casi 20 km. El día anterior habíamos estado en Villa Pueyrredón, más o menos la misma distancia.
El chofer del taxi no consigue contenerse y nos pregunta: ¿Por qué salieron del centro para ver un show tan lejos? Debe haber pensado: con tanta cosa disponible mucho más cerca del hotel, especialmente los tradicionales espectáculos de tango de turistas, ¿que hacen estos locos en la periferia de la ciudad?
Yo sé que estoy piantao, piantao, piantao…
Sería lo equivalente a salir de mi casa para ver algo en Vila Nhocuné o en el barrio de Socorro.
La verdad es que la distancia es algo irrelevante para ver a Cucuza Castiello en un día, y Dolores Solá al día siguiente y, a pesar de algunas diferencias, ambos tienen mucha cosa en común.
La primera de ellas es la calidad del repertorio.
El de Cucuza es esencialmente de tango, transitando desde Discépolo y Gardel hasta Estol y Melingo, sin quedarse en los temas típicos de antologías.
El de Lola va desde los revolucionarios Parra y Ferlosio, a José y Simon Diaz pero, esencialmente, se compone de canciones cuyas letras ella misma compuso y otras donde también compuso la música (según ella explica, descifradas por Diego Rolón, el director musical del show).
No son repertorios de fácil digestión para no iniciados. Las letras son fuertes, a veces duras, extensas e inteligentes. Las melodías y armonías bastante complejas. A uno le tiene que gustar mucho la música para entenderlos.
La segunda cosa que tienen en común es la calidad de quien los acompaña. En el caso de Cucuza, su hijo Mateo en las guitarras, un joven absolutamente brillante en lo que hace (aunque cuestionado sobre su nuevo pelo rubio blanquecino). En el caso de Solá, un trío formado por Diego Rolón y Sebastian Esposito en las guitarras y Diego Penelas en los teclados - un abuso de calidad técnica de los tres.
Por supuesto, son cantores técnicamente irreprochables, Cucuza en la mejor tradición de Goyeneche, sin imitarlo en ningún momento. Lola como si fuera una mezcla de Piaf y Amália Rodrigues.
Pero hay algo que torna tanto Cucuza como Dolores espectáculos imperdibles. Ambos cantan con el alma.
No sé si ellos creen en el alma, pero solamente la metafísica para explicar lo que les sucede cuando cantan.
Cuando Cucuza comienza cantando que él es el desengaño o Lola nos dá un puñetazo en el estómago afirmando que el amor acaba, no hay ser humano que se mantenga equilibrado. Y ese desequilibrio sigue a cada nueva canción.
Es el alma de ellos cantando para cada una de las almas presentes - y eso vale mucho más que los 20km.
No sé cuándo tendremos la oportunidad de volver a Buenos Aires, pero, para oírlos, la ciudad seguirá siendo la guarida de mis sueños más locos.
*Gracias Virginia Fantoni por la revisión del texto
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